Es poco probable que a ti o a mí se nos otorgue un premio Nobel por nuestra contribución a la sociedad o que recibamos reconocimiento nacional o mundial por nuestras buenas obras. ¿Debemos por eso dejar de involucrarnos en mejorar la vida de otras personas? Espero que no.
 
A estas alturas sabes bien que estamos inmersos en una guerra cultural en la que las características de cada lado son cada vez más definidas. Hay sólo dos opciones que pueden elegir las personas; el lado del bien o el lado del mal. Nuestra generación no es distinta a la de la época colonial, que también tuvo que elegir si estaban del lado de la Corona británica tiránica o de quienes no vieron otra opción que rebelarse y elegir la libertad o la muerte en lugar de una vida de esclavitud.
 
Jesús fue muy claro cuando dijo que llega un momento en que las condiciones sociales son tales que exigen todo de nosotros: "El que procure conservar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará" (Lucas 17:33). Esto revela definitivamente que no hay ninguna zona de comodidad para los que deben hacer la diferencia del bien para todos. Hay muchas oportunidades de participar y de hacer una vida mejor, a pesar de que la lista puede parecer demasiado abrumadora. Todo lo que se necesita es prestar ojos y oídos a lo que está alrededor tuyo para saber lo que hay que hacer; así que, ¡adelante!
 
Se deben considerar todas las áreas del desarrollo humano para involucrarse, incluyendo la política. No es suficiente molestarse a causa de los políticos corruptos, tampoco es suficiente elegir a los individuos que dicen lo que la gente quiere escuchar en sus discursos de campaña, pero que una vez que están en el cargo traicionan sus promesas de honestidad e integridad. Estos buitres políticos provienen de ambos partidos, así como de aquellos que proclaman ser independientes. Este género político corrupto ha ido creciendo en nuestro país desde hace más de cien años y claramente le importa poco el bien de los demás. Para ellos sólo se trata de sus programas y de sus ideologías, que son una abominación a la memoria de quienes nos dieron este gran país. Dejemos una vez más que nuestro corazón sea inspirado por sus palabras y por sus caracteres conforme leemos el último párrafo de la Declaración de Independencia:
 
"Nosotros, por siguiente, los Representantes de los Estados Unidos de Norteamérica, en Asamblea General del Congreso, apelando al Juez Supremo del Mundo para la rectitud de nuestras intensiones, efectuamos, en el nombre del buen pueblo de estas Colonias y solemnemente publicamos y declaramos que estas Colonias Unidas son, y por derecho deben ser, Estados libres e independientes; absueltos de toda alianza a la Corona Británica y que toda conexión política entre las Colonias y Gran Bretaña debe ser y está totalmente disuelta; y como Estados libres e independientes, obtienen autoridad completa de declararse en guerra, firmar acuerdos de paz, hacer alianzas, establecer comercio y llevar a cabo cualquier otro acto que, con todo derecho, llevan a cabo los Estados libres e independientes.   Y para el apoyo de esta Declaración, con una firme confianza en la protección de la Divina Providencia, mutuamente comprometemos nuestra vida, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor".
 
Estos hombres cuidaron su generación y las futuras generaciones; querían dejar un legado duradero, claramente no estaban hambrientos de poder ni eran egocéntricos. ¿Crees que apelaron a alguna potencia extranjera para que los ayudara? No, ante todo apelaron al "Supremo Juez del Mundo". ¿Crees que confiaron en sus recursos humanos limitados y en sus armas para protección? No, más bien, "con una firme confianza en la protección de la Divina Providencia" prosiguieron.
 
A pesar de que admiramos la singularidad de la Constitución de los Estados Unidos, misma que hoy en día muchos quieren destruir, los colonos no fueron motivados por un gran documento como la Constitución porque no existía. Su inspiración provino del documento más sobresaliente de todos, al cual toda la humanidad puede tener acceso. Presta atención a las palabras de James Madison: "el futuro y el éxito de América no consiste en esta Constitución, sino en las leyes de Dios en que se basa esta Constitución". ¿Captaste eso? Las leyes de Dios son la base para todas las instituciones sociales de estos Estados Unidos de América.
 
La mayoría de los colonos y los Padres Fundadores tomaban muy en serio la Palabra de Dios; sabían que no podrían construir una nación aparte de los preceptos bíblicos o sin reconocer públicamente la soberanía de Dios como el Gobernante Supremo y Protector Providencial.
 
La comprensión de las verdades Bíblicas fundamentales que tenían los Padres Fundadores les dio una visión sobre cómo estructurar el gobierno civil que efectivamente le sirva al pueblo y no al revés, como ahora. Establecieron tres ramas del Gobierno para protegerse contra la búsqueda desenfrenada de sus propios egoísmos y de su hambre de poder absoluto. Establecieron controles y equilibrios para mantener control completo en esas ramas, evitando que se convirtiera en una cueva de ladrones y en promotores del infanticidio y todo tipo de inmoralidad incalificable. 
 
¿Cómo podemos volver al buen gobierno, a la ciencia, a la tecnología, a las humanidades, al comercio y a la educación? Primero tenemos que reconocer que América está casi en total decadencia moral, esto incluye la Iglesia; tenemos que ver que hay una urgencia para participar. En segundo lugar tenemos que aceptar el hecho de que no existe ninguna otra alternativa para el futuro de EE.UU., que restaurarla como una herencia recta delante de Dios. Considera las palabras de Abraham Lincoln, en su primer discurso inaugural: "La inteligencia, el patriotismo, el cristianismo y una firme confianza en Aquel que nunca ha abandonado esta tierra favorecida son todavía competentes para ajustar de la mejor forma todas nuestras dificultades actuales". En tercer lugar, una vez más, tenemos que entender el valor de llegar a los que se pierden con el Evangelio del Reino de Dios y la llamada al pueblo de Dios a actuar y regresar a esta nación bajo el gobierno de Dios una vez más.

Hay sólo dos opciones: o dejamos un legado de una nación que se regirá por las leyes de Dios o un legado de la tiranía como resultado de las leyes de los hombres que, en última instancia, entregará el golpe final de destrucción a este país que fue una vez un faro de luz a las naciones del mundo. Sabiendo que tu decisión determinará el legado que entregarás a las futuras generaciones, ¿cuál será tu elección?

Para más escritos, información y materiales disponibles visítanos en www.culturallegacy.org