Según una expresión popular, el equilibrio es ese momento peculiar de estabilidad que experimentamos mientras nos columpiamos de un extremo a otro. Sin duda, podemos decir lo mismo del debate interminable sobre la perspectiva bíblica de las mujeres. Por un lado, los súper tradicionalistas dicen que la femineidad significa una “rendición total a su marido”, y eso se traduce en ceder ante cada deseo de un esposo egoísta mediante lo que se llamaría “sumisión bíblica”. Por otro lado, el “feminismo radical” habla del dominio de la mujer, lo cual parece indicar un odio a los hombres más que una defensa de la igualdad. Hoy en día, los hombres y las mujeres se sienten confundidos acerca de la perspectiva bíblica sobre el valor de la mujer. El equilibrio colectivo parece haberse perdido en medio de la discusión. 

Hace un tiempo decidí hacer a un lado la propaganda extremista para poder ver con claridad la perspectiva que Jesús tiene de las mujeres y volví a examinar las páginas de la Escritura para refrescar las nociones. Para aquellas personas que siguen escuchando que la Biblia denigra a las mujeres, la realidad les puede sorprender e impresionar. A excepción de algunos ejemplos aislados, las mujeres de la Biblia eran competentes, seguras de sí mismas, mujeres calificadas que tenían funciones importantes que cumplir. Ellas moldearon la historia bíblica e impactaron al pueblo de Dios. Permítame mostrarle algunos ejemplos que encontré. 

  • Aun cuando las genealogías antiguas comúnmente solo presentaban listas masculinas, la genealogía real de Mateo sobre Jesús incluyó a cinco mujeres: Rahab, Tamar, Rut, Betsabé y por supuesto, María. Vea Mateo 1:1–16.
  • Jesús trató con gracia, misericordia y dignidad a la mujer adúltera, hacienda así que ella caminara en el camino de la redención, en vez de la condenación.
    Vea Juan 8:3–11.
  • Entre los seguidores de Jesús, María y Marta eran amigas muy cercanas de Él, no simples conocidas. Vea Lucas 10:38–39.
  • Muchas mujeres estuvieron con Él durante Su crucifixión, aun cuando la mayoría de Sus discípulos le abandonaron. Vea Lucas 23:27–31; Juan 19:25. 

Desde nuestro ángulo “emancipado” del siglo veintiuno, la interacción que Cristo tenía con las mujeres pareciera muy anticuada. Pero cuando lo contrastamos con la baja estima que la cultura de la época del Nuevo Testamento tenía de ellas, nos damos cuenta la posición radical de Jesucristo. Piense en el encuentro de Jesús con la mujer samaritana en Juan, capítulo 4. Es muy probable que si usted o yo hubiésemos vivido en esa época, la hubiéramos despreciado como los demás. Jesús, en contraste, no lo hizo. A Él no le preocupaban las expectativas culturales. Observe la reacción de los discípulos al verlo hablar con la mujer:

En esto llegaron sus discípulos y se admiraron de que hablara con una mujer, pero ninguno le preguntó: ¿Qué tratas de averiguar? o: ¿Por qué hablas con ella?  Juan 4:27 

Quizás después comentaron entre ellos, pero ninguno tenía la osadía de imponerle la cultura a Cristo. 

Otro encuentro asombroso ocurrió después de la resurrección de Jesús. En vez de aparecerse ante el Sanedrín en una de sus reuniones matutinas o cegar a Pilato o a Herodes con el brillo de Su gloria, nuestro Señor resucitado se mostró primeramente a un puñado de mujeres. En la cultura moderna en que vivimos pasamos por alto que este detalle hubiese sido visto como una estrategia de publicidad potencialmente desastrosa para los primeros cristianos que anunciaran que Jesús había resucitado. Los hombres del primer siglo orbitaban en medio de prejuicios culturales, y el testimonio de una mujer era considerado irrelevante. Pero Cristo rompió con las normas culturales. Aunque fuese contrario a la opinión prevalente, Cristo decidió mostrar Su resurrección primeramente a las mujeres y no a los hombres. Ellas fueron los primeros testigos de la resurrección y fueron enviadas a decirles a los discípulos cobardes masculinos lo que habían visto y oído. Vea Mateo 28:9–10. 

En estos breves vistazos bíblicos, cualquiera puede notar el gran significado de las mujeres en la vida y el ministerio de Jesús. Ellas ocupaban lugares de importancia estratégica. Ellas disfrutaban de Su atención, respeto y cuidado. En mi opinión, eso enfatiza que Dios nunca ha querido que las mujeres se sientan inferiores o vivan temerosamente bajo alguna nube de dominio injusto. No encuentro nada en la Biblia que exprese que las mujeres deban ser vistas sin dignidad o valor. 

La Biblia, ciertamente enseña el orden y la cooperación en el hogar  (Efesios 5:22). La Biblia ciertamente muestra la relación mutua de la sumisión de la esposa y del amor sacrificial de un esposo piadoso (1 Pedro 3:1). No obstante, muchos cristianos, hombres y mujeres por igual, han abandonado el equilibrio presentado en la Escritura y han caído en un extremo nocivo y anti bíblico. 

Dejemos atrás nuestras agendas personales, políticas o sociales. Permitamos que Cristo sea nuestro ejemplo y nuestra motivación. Cuando lo hagamos, podremos entender las palabras de Pablo en Gálatas, una epístola de libertad genuina en Cristo:

No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. Gálatas 3:28