Sin embargo, cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley. (Gálatas 4:4, NTV)


La palabra suerte nunca aparece en las Escrituras. Tampoco el concepto de “estar en el lugar adecuado en el momento justo”; como si por casualidad una situación simplemente “resultara.”

 

Dios está obrando: detrás de cada escena, dando forma a cada uno de los matices en los acontecimientos en nuestra vida. Él está forjando todas las cosas para que encajen unas con otras . . . y todo para Su propósito.

 

Por difícil que nos resulte entender esto en nuestra mente, esta siempre ha sido la manera de obrar de Dios. Antes de la historia de la humanidad, Dios ya había diseñado un plan en cuanto a cómo podíamos tener una relación personal con Él. Él sabía que, debido a nuestra propia decisión de pecar, seríamos separados de Él. La Santidad no puede tolerar el pecado. Así que, en algún momento en la eternidad del pasado, el Señor Jesús, el segundo miembro de la Trinidad, dijo que sí a la asignación de venir a la tierra. Se haría humano, preservado del pecado heredado por la concepción virginal. Viviría una vida sin pecado pero pagaría la pena más alta por el pecado con Su propia muerte. Su pago santo sería la única ofrenda aceptable a Dios por nuestro perdón.

 

Tan silencioso como la luz, Dios pasó de una época a la siguiente, reuniendo personas y acontecimientos exactamente en el tiempo previsto. Gálatas 4:4 dice que “en el cumplimiento del tiempo,” que se pudiera parafrasear: “Cuando los días y los acontecimientos habían sucedido y había llegado el momento preciso, de acuerdo al plan de Dios, un Salvador emergió en la escena humana: Jesús llegó del vientre de María.”

 

Jesús podía haber venido más tarde; cuando las condiciones hubieran sido más limpias, cuando más personas pudieran haber oído de Él con sus propios oídos. . . cuando la crucifixión hubiera pasado de moda. Pero Él llegó justo a tiempo, en perfecta sincronización con los propósitos de Dios.

 

Los escépticos se mofan, llamando necios a los cristianos por creer que tal tiempo es determinado. Pero no solamente Dios lo ha programado todo, convénzase del tiempo de Dios para eso que usted espera hoy, especialmente cuando siente que ya debía haber sucedido hace mucho tiempo. El momento perfecto todavía puede ocurrir, cuando en la plenitud del tiempo,  Dios tome acción.