—Abuelito, abuelito, —decía el niño mientras señalaba un montón de doce piedras tirando a la vez de la túnica de su abuelo—, ¿qué significan esas piedras?

— Ah, Jacob, déjame contarte la historia de la mano libertadora de nuestro Señor . . . .

Después de cuarenta años de armar carpas y cavar tumbas, los hijos de Israel finalmente cruzaron el río Jordán a la Tierra Prometida. Antes de que Dios les permita reemplazar el maná con uvas, y el agua tibia con leche y miel, les ordenó levantar un curioso monumento con doce piedras.

Y sucedió que cuando todo el pueblo acabó de pasar el Jordán, el SEÑOR habló a Josué, diciendo: Escoged doce hombres del pueblo, uno de cada tribu, y ordenadles, diciendo: "Tomad doce piedras de aquí, de en medio del Jordán, del lugar donde los pies de los sacerdotes están firmes, y llevadlas con vosotros, y colocadlas en el alojamiento donde habéis de pasar esta noche" (Josué 4:1–3).

Una vez que los hombres sacaron cargando las piedras del río hasta el punto designado, Josué explicó su propósito:

Y aquellas doce piedras que habían sacado del Jordán, Josué las erigió en Gilgal. Y habló a los hijos de Israel, diciendo: Cuando vuestros hijos pregunten a sus padres el día de mañana, diciendo: "¿Qué significan estas piedras?", entonces lo explicaréis a vuestros hijos, diciendo: "Israel cruzó este Jordán en tierra seca." Porque el SEÑOR vuestro Dios secó las aguas del Jordán delante de vosotros hasta que pasasteis, tal como el SEÑOR vuestro Dios había hecho al mar Rojo, el cual Él secó delante de nosotros hasta que pasamos, para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano del SEÑOR es poderosa, a fin de que temáis al SEÑOR vuestro Dios para siempre” (Josué 4:20–24).

Créanme: ningún niño trató a ese montón de piedras como si fuera un gimnasio para jugar. Formaban un memorial visible de la fidelidad persistente de Dios. Eran "piedras de legado." Sentados en las orillas del río Jordán ese día, los israelitas apredienron una lección objetiva sobre cómo formar un legado. Piense por un momento, ¿dónde están sus recordatorios físicos del legado de Dios en su vida?

Este pasaje de Josué me motivó a pensar en tres palabras. Primero CREAR. Dios quiere que nos tomemos la molestia de establecer marcadores históricos. Noten que digo "tomarnos la molestia." Formar recordatorios de legado no es fácil. Esas piedras eran grandes. Había que escogerlas, cargarlas, apilarlas, y luego mantenerlas como un recordatorio duradero de la fidelidad de Dios.

Ahora bien, sus marcadores históricos tal vez no sean piedras. Tal vez usted prepare una placa con una declaración del carácter divino, o empiece un diario de oración con las respuestas divinas registradas permanentemente en tinta, o tal vez ponga en marco un relato escrito a mano de su experiencia de salvación. Pero, sea lo que sea que decida, exigirá pensamiento creativo, seguido de acción intencional y deliberada.

Segunda, RECORDAR. Dios se interesa en que le recordemos a Él y lo que Él ha hecho. La memoria es algo maravilloso, pero se esfuma conforme pasa el tiempo. Envejecemos demasiado rápido. Recuerdo haber oído a mi amigo Jim Dobson decir: "Para cuando la cara queda limpia, la mente se vuelve nebulosa."

¿Se ha sorprendido usted mismo alguna vez jugando al juego del nombre? A veces le pregunto a mi esposa: "¿Recuerda, eh, eh . . .?" Ella dice: "Claro. Se llama María." Luego yo digo: "Exacto. Así es. Recuerdo cuando ella . . ." "Ajá, ella hacía esto y lo de más allá." "Correcto. Tienes razón." Uno de los muchos beneficios de vivir juntos por suficiente tiempo es que el otro, a veces, puede darle terminando la oración que quiere decir.

Pero Dios no quiere que NUNCA olvidemos lo que Él ha hecho y quién es Él. Desdichadamente, recordamos nuestros fracasos más de lo que recordamos la fidelidad de Dios. Recordamos las tragedias y nos olvidamos de los triunfos. Los recordatorios físicos de la provisión divina nos ayudan a volver a enfocar nuestros pensamientos, concentrándolos en Dios cuando perdemos el trabajo, o atravesamos reveses económicos. Los monumentos a la misericordia divina nos consuelan cuando nuestros hijos se vuelven rebeldes. El reflexionar en el carácter divino nos da valor para el futuro.

Número tres, IMPARTIR. Dios se interesa que nuestros hijos le recuerden a Él y lo que Él ha hecho. Es en casa en donde la vida cobra forma, en donde la vida subraya sus surcos. Dios se interesa profundamente porque la próxima generación sepa de Él. Eso tiene lugar por nuestro intermedio.

Antes de salir en viajes largos o de vacaciones con la familia, mi esposa y solíamos orar con los hijos ya en el auto. Esto se convirtió en una práctica esperada que si salíamos de prisa, uno de los hijos reclamaba: "¡Nos olvidamos de orar!" Así que nos deteníamos en el primer lugar que podíamos, y resolvíamos el asunto. Por supuesto, justo al acabar de decir "amén," uno de los cuatro preguntaría: "¿Ya casi llegamos?"

Los niños aprenden por la repetición. No sé cuántas veces nuestros hijos, ahora ya crecidos y con hijos a su vez, preguntan: "¿Cuántas veces hay que decirles lo mismo para que la aprendan?" Mi respuesta siempre es: "Más de lo que quisieras." Uno tiene que hacerlo vez tras vez, hasta que se convierta en hábito. Si un cuadro vale por mil palabras, un legado duradero vale un millón.

Crear . . . Recordar . . . Impartir. ¿Tiene en su vida alguna piedra de legado ahora mismo? Si no, es tiempo de formar unas cuantas.

Cada mes de este año le ayudaremos a formar un legado en algún aspecto de su vida. El recordatorio de este mes es:

1. Crear. Usted establecerá una piedra de legado propia en conjunción con el tema del mes.
2. Recordar. Le daremos versículos bíblicos y citas notables para ayudarle a reflexionar sobre el carácter de Dios y sus obras.
3. Impartir. Aprenderá a trasmitir su legado a su familia y amigos íntimos.

Ah, y una cosa más. Cerciórese de escribirnos o llamarnos para contarnos su historia. Queremos saber cuál será su respuesta cuando alguien le pregunte: "¿Qué significan para tí esas piedras?"