El problema: El conflicto matrimonial es algo natural en los matrimonios debido a que ambos cónyuges tienen diferentes motivos, métodos, perspectivas, personalidades y deseos. El conflicto en sí mismo no es algo necesariamente malo pero cuando el conflicto surge a causa del pecado o del ego y no se resuelve correctamente, el conflicto se convierte en un factor destructivo y nocivo para el matrimonio. 

La respuesta de Dios: "Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres". (Romanos 12:18) "En conclusión, sed todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu humilde; no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición". (1 Pedro 3:8-9) 

La solución: Encuentre cual es el origen del conflicto y resuélvalo de manera acorde. 

  • Rasgos de personalidad—Todos tenemos diferentes rasgos. Esos rasgos no son pecados. Los rasgos se pueden basar en los puntos débiles de la personalidad de su cónyuge o sencillamente pueden ser diferentes a los suyos. No intente cambiar la personalidad de su cónyuge. Sólo Dios puede cambiar a alguien. 
  • Heridas emocionales que no son causadas intencionalmente—Cuando alguien, sin mala intención, hiere nuestros sentimientos podemos caer en la trampa de tomarlo a pecho. Dele a su cónyuge el beneficio de la duda. 
  • Preferencias—Todos tenemos preferencias que no son pecaminosas, sólo son diferentes. Sólo porque usted piense de determinada forma no significa que lo que su cónyuge piensa está mal. Ustedes no necesitan cambiar sus preferencias pero sí deben permitir que ambos tengan la libertad de expresar su opinión. Usted y su cónyuge deben aprender a escuchar y a valorar las preferencias de ambos. 
  • El pecado—Cuando su cónyuge peque, exhórtele con humildad. En caso que su cónyuge no acepte la exhortación, usted necesita decidir si el pecado de su cónyuge requiere una mayor acción (hablar con la iglesia, la policía o en algunos casos la separación). Si el asunto no es tan extremo como para terminar el matrimonio, ¿qué debemos hacer? 

Es importante demonstrar la gracia, lo que significa que debemos pensar: "¿Podría yo hacer algo igualmente grave o similar?" Si es así, debemos perdonar. Perdonar no significa que el pecado nunca ocurrió o que nuestro cónyuge no debe sufrir las consecuencias del mismo. Perdonar significa deshacernos de nuestro enojo y nuestro deseo de vengarnos. Establezca un plan que le ayude a fortalecer su matrimonio y a hacer que su cónyuge abandone ese pecado para que ambos puedan reconciliarse. 

En resumen: 

Analice si sus reacciones están siendo motivadas por la manipulación, la desconfianza o el resentimiento. Estos factores generan conflicto (Santiago 4:1-3). Pregúntese asimismo por qué esta situación es tan importante para usted. Asegúrese que su deseo de resolver el conflicto refleja el deseo de Dios (Filipenses 2:2-8). 

Dele prioridad a la humildad. Enfóquese en comprender las necesidades de su cónyuge. 

Ataque el problema y no a la persona. Vea a su cónyuge como parte del equipo y busque la solución en vez de considerarle su enemigo. 

Decir frases como: "tú siempre" o "tú nunca", gritar o utilizar un vocabulario denigrante o abusivo, solo servirá para hacer el conflicto más grande. 

Enfóquese en lo que funciona en vez de lo que no funciona. No eviten los conflictos sino más bien encuentren puntos de concordia que les sirva de fundamento para resolver los problemas.