Al estudiar la Palabra de Dios,  si intentamos darle el significado que nuestro Salvador quiso darle, comprendemos el hincapié que Él hizo en la obediencia. Como ya lo hemos visto, ésta era la principal diferencia entre Él y los fariseos.  La hipocresía era una característica de sus pasos.  Ellos discutían mucho cuando se trataba de servir. . .pero carecían del ingrediente que podía hacer todo auténtico: la obediencia.

 
Al pensar en la manera de apropiarnos del modelo y del mandamiento de Cristo, hay tres detalles específicos que son importantes.

  1. La obediencia significa participación personal.

Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavarlos los pies los unos a los otros (Juan 13:14).

No podemos servir a otro que esté ausente o más allá del alcance de un brazo. Eso quiere decir que, si alguien se está ahogando en un mar tormentoso, tenemos que mojarnos, tenemos que establecer contacto con él. 

¿Está usted dispuesto a comprometerse a ayudar por lo menos a una persona que está en necesidad? La disposición tiene que preceder a la participación. 

  1. La obediencia reclama un altruismo como el de Cristo.

Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis (Juan 13:15).

Permita usted que sus ojos penetren profundamente en esas palabras. Para lograr este concepto, necesitaremos ver a otros como Cristo los ve. Tendremos que arriesgarnos a extender los brazos, abandonar el lujo de estar seguros . . . renunciar a nuestras preferencias personales por amor a las de Él. El altruismo nunca es fácil.

  1. La obediencia da como resultado la felicidad final.

Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis (Juan 13:17).

Notemos que, en el análisis  final, la felicidad viene de hacer estas cosas ¿Eso qué quiere decir? Quiere decir que tenemos que llevar a cabo esto para poder entrar en el gozo de servir. El solo hecho de estudiar estas cosas o discutirlas no produce felicidad verdadera. El regocijo viene cuando nos enrollamos las mangas, nos ceñimos la toalla a la cintura y . . . de manera tranquila . . . bondadosa y alegre . . . lavamos unos cuantos pies, así como Cristo fue “manso y humilde de corazón”.