

Mantener el Gozo en Medio de la Discordia
Los conflictos entre cristianos no son nuevos. Los choques de personalidad, diferencias doctrinales, pleitos, divisiones de iglesias, diferencias denominacionales, competencia entre predicadores, discusiones públicas y rencores privados desafortunadamente son el pan nuestro de cada día. La iglesia, que debería ser un bello modelo de gracia y armonía, con frecuencia opta por recordar las ofensas en lugar de perdonar y evitar recordarlas. Sin embargo, los conflictos dentro de la iglesia, aunque comunes, no son la voluntad ni el propósito de Dios. Jesús les dijo a los discípulos: «Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros»
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¿Qué tan diferente cree usted que somos los cristianos de los no cristianos? Es decir, dejando a un lado nuestra fe en Cristo, ¿cuán diferente somos? Si somos honestos, no diferimos en mucho. Por ejemplo, ¿tiene usted pagos de hipoteca y de automóvil? Ellos también. ¿Batalla usted con emociones que a veces se salen de control? Ellos también. ¿Tiene usted comidas que preparar? Ellos también. ¿Lo ve? En éstas y otras tantas cosas no somos diferentes a los no creyentes que nos rodean. La única excepción es que los no cristianos no saben realmente quién es Jesús. Pero usted sí lo sabe y puede mostrarles y comunicarles cómo Cristo ha hecho una gran diferencia en su vida. ¿Qué tan preparado se siente para comunicarles el mensaje que ha transformado su vida? ¿Qué le detiene a hacerlo?

