Septiembre 18, 2025
Dejemos de compararnos con los demás
PONGA ESTO EN ORACIÓN:
«Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse solo respecto de sí mismo, y no en otro» (Gálatas 6:3-4).
PIENSE EN ESTO:
¿Sabía que Jesús resucitó a tres personas de entre los muertos? Resucitó a una niña que acababa de morir (Marcos 5:21-43), a un joven que era llevado para ser enterrado (Lucas 7:11-17), y a Lázaro (Juan 11:38-44). ¿Cómo resucitó a esa niña? Ella acababa de morir. Jesús entró en su habitación y dijo: «Los demás quédense fuera. Ustedes no creen». Pero Jesús tomó a la niña y le dijo: «Niña, levántate». Ella despertó. Su cuerpo aún estaba tibio. Luego, Jesús resucitó al joven. El joven era llevado para ser enterrado. También estaba muerto, pero su cuerpo ya estaba frío. Se había instalado el rigor mortis. Y Jesús lo resucitó. Luego, Jesús resucitó a Lázaro. Él llevaba cuatro días en la tumba. La corrupción ya había comenzado. El hedor de la muerte estaba presente. Y Dios resucitó a Lázaro.
Quiero hacerle una pregunta: ¿cuál de ellos estaba más muerto? Muerto es muerto. No importa si usted era como esa niña, como ese joven o como Lázaro. Muerto es muerto. Puede haber grados de corrupción, pero no hay grados de muerte. Muerto es muerto. Tenemos que dejar de compararnos con otros y decir: «Yo soy mejor que él» o «yo soy mejor que ella». Eso es como si los muertos dijeran: «Tú estás más muerto que yo». Todos estamos muertos sin Cristo; todos necesitamos el poder de Dios obrando en nosotros.
¿Cuándo se ha comparado con alguien más en cuestiones de fe?
¿Cómo impide el orgullo una relación íntima con Cristo?
PUNTO DE ACCIÓN:
Tómese un momento para reflexionar en aquellas áreas donde se ha comparado con otros con orgullo. Arrepiéntase y pídale a Dios que manifieste su poder en usted.
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