No soy amante de las calcomanías que la gente pega en sus autos y por ello no me llama la 
atención leer lo que la gente pone en los parachoques o ventanas de sus autos.

Sin embargo, hace unos años vi una que hasta la fecha no he olvidado. Por alguna razón, la 
frase se me quedó adherida en mi cerebro. Quizás usted la haya visto también:

LOS CRISTIANOS NO SON PERFECTOS, SÓLO PERDONADOS.

La última vez que la vi, iba pegada a un auto que me rebasó rápidamente y eso que yo iba 
manejando a 70 millas por hora. Antes de eso, la había visto adherida a un Volkswagen que 
estaba estacionado y tenía una infracción en el parabrisas. 

Ahora bien, antes de exteriorizar mis emociones, necesito aclarar algo. Nunca vamos a 
convencer a los incrédulos que lo que dice esa calcomanía es cierto. Quizás algunos lo 
comprendan pero la mayoría no lo hará. Esos incrédulos seguirán airados y hasta se sentirán ofendidos cuando un cristiano muestre el más leve de defecto en su vida. Ellos parecen no 
comprender lo que la gracia de Dios y la depravación humana son. Para ellos, eso es algo 
 ¿Cómo es que algo tan maravilloso como el perdón de los pecados y la salvación eterna 
pueden ser gratis?

 ¿Cómo es que una persona puede llamarse cristiana y actuar de esa forma?

Si usted les ha hablado de Cristo a personas que no son salvas, esas dos preguntas 
generalmente salen a relucir. No pueden asimilar la incongruencia entre la gracia de Dios y la humanidad de los cristianos. ¿Por qué? Porque su perspectiva es únicamente horizontal. Su mentalidad terrenal les dice: las cosas valiosas son costosas. Por lo tanto, es inconcebible que algo tan valioso como el cielo se ofrezca de manera gratuita. Y por demás, desde un plano horizontal es difícil comprender la Gracia de Dios.

Además, ya que los incrédulos solo tienen un marco de referencia humano, es prácticamente imposible que piensen que alguien que dice ser parte de la familia de Dios todavía luche con actos de imperfección. Después de todo, dirían: “Si dices que Dios ha entrado en tu vida y eres una nueva criatura, entonces, ¿cómo es que no eres perfecto?"
Esa es la mentalidad del no creyente. Ellos equiparan la salvación con la perfección. No es de extrañar que se sientan confundidos. Pero los cristianos sabemos que no es así y si no lo 
sabemos pues debiéramos saberlo.

Debido a nuestra hermandad espiritual, sabemos que ser cristianos no es lo mismo que tener una vida perfecta que elimine nuestra humanidad y borre la depravación. Si la perfección ocurriera al momento de creer en Cristo como nuestro Salvador, entonces ¿para que necesitaríamos que el Nuevo Testamento hablara de la importancia de obedecer a Dios 
después de haber obtenido la salvación? ¿Por qué nos enseña que debemos perdonarnos 
mutuamente, comprender los fracasos y aceptar los defectos a la vez que nos enfocamos en las áreas fuertes de nuestros hermanos? 

Una cosa es que los incrédulos esperen que seamos perfectos. Entiendo su expectativa y no me afecta, pero me desconcierta realmente cuando los creyentes quieren que seamos perfectos Sé muy bien que Cristo es nuestro ejemplo; que es un parámetro alto y que nuestros motivos deben ser puros. No obstante, debemos repetirnos una y otra vez:

LOS CRISTIANOS NO SON PERFECTO, SÓLO PERDONADOS.

Lamentablemente es muy fácil manipular y victimizar a nuestros hermanos creyentes. El hilo 
fino de la libertad se rompe cuando se nos impone el peso de expectativas perfeccionistas. 
Cristo nunca hizo eso con los que tenía a su alrededor. Él tenía un magnetismo increíble con las personas cercanas a Él debido que no tenía expectativas irrealistas, demandas sutiles o 
manipulaciones. En vez de usar tácticas de presión, sencillamente aceptaba a las personas 
Quedamos paralizados y nos cuesta respirar cuando nos encontramos en medio del síndrome de una expectativa de perfección. El temor y la culpabilidad que se impregna en el cristiano lo hace víctima de otros creyentes en vez de ser un vencedor en Cristo.

¡Basta! Dejemos de estrangularnos mutuamente. Permitamos que Él sea quien corrija, señale y juzgue. Maduremos y dejemos de estar condenando a los demás. Me encantan las palabras que la finada Ruth Graham dijo muy sabiamente: “Mi trabajo es amar a mi esposo. A Dios le corresponde hacerlo un buen hombre”.

Reemplace la palabra esposo con el nombre de su cónyuge, padres, jefe, misionero o 
especialmente su pastor y verá como la calcomanía toma sentido. Es más, será más fácil vivir con usted y conmigo.


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