Entre muchas de las duras realidades que los Latinoamericanos enfrentan se incluyen la realidad áspera que la pobreza, la violencia consecuencia del comercio de narcóticos, la carencia de educación y la desintegración de las familias y solo se curan con el amor sanador de Cristo; como aquellos que una vez estuvieron perdidos y ahora son nutridos espiritualmente con el cuidado humanitario que solo se encuentra en una iglesia.