Dar

Pues no había ningún necesitado en la comunidad. Quienes poseían casas o terrenos los vendían, llevaban el dinero de las ventas y lo entregaban a los apóstoles para que se distribuyera a cada uno según su necesidad. (Hechos 4:34-35)

Los momentos más felices de mi vida los viví en pueblos pequeños. A mi esposa y a mí nos gusta mucho disfrutar de las ventajas que se tienen al vivir en un lugar donde todos se conocen por nombre.

Por supuesto que algunas cosas son siempre iguales, sin importar donde uno viva. Recuerdo una mañana de lunes, cuando nos llamaron del único banco del pueblo para decirnos que a todas las iglesias locales les estaban pidiendo si podían ir a depositar lo antes posible las ofrendas del domingo, ya que se habían quedado sin billetes de un dólar.

¿Por qué hicieron ese pedido a las iglesias si lo que necesitaban eran billetes de un dólar? Porque sabían que muchas personas ponen billetes de un dólar en la ofrenda.

Para algunos, un dólar significa mucho. Pero hay otros que también ponen un dólar en la ofrenda, pero que la noche anterior gastaron muchísimo más en diversiones.

Le doy gracias al Señor porque él no fue así de tacaño con nosotros.

Que quede en claro que esto no se aplica sólo a las ofrendas de dinero, sino también a la forma en que respondemos a las necesidades de quienes están pasando por dificultades físicas, mentales o espirituales.

Si como pueblo de Dios estamos siempre tratando de dar lo menos posible, difícilmente estaremos dando el debido respeto al Salvador que dio todo por nuestra salvación.

Por otro lado, cuando el Espíritu Santo nos reta a hacer grandes cosas en honor de nuestro misericordioso Dios, todos nos beneficiamos: nosotros nos sentimos en paz, los demás son bendecidos por nuestro trabajo, y aún más importante, el nombre de Jesús es reconocido como fuente de bendición.

Es por todo eso que quiero decir: en el nombre de Jesús, hagan todo lo que esté a su alcance cada vez que puedan, por todos los que puedan... nunca se arrepentirán.

ORACIÓN: Amado Señor, gracias por todo lo bueno que has hecho por nosotros, y sobre todo gracias por conseguir nuestra inmerecida salvación. Te pido que me ayudes a recordar a todo aquel cuya necesidad es mayor que la mía. Esto lo pido en el nombre de Jesús, quien entregó todo por mi redención. Amén. 

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