El deseo del corazón

No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre sino del mundo. El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1 Juan 2:15-17

¿Recuerda cuando no podía esperar a ser mayor de edad? ¿Por qué era tan importante llegar a la mayoría de edad? Más que nada, porque uno era considerado un adulto.

En el texto para hoy, el apóstol Juan está diciendo que no basemos los deseos de nuestro corazón en un objeto. También nos dice que no es sabio amar al mundo o las cosas del mundo. Aquí el mundo significa el reino del pecado organizado contra Dios y su justicia.

A medida que el Espíritu Santo va haciendo crecer a Jesús en nosotros, va produciendo nuestra vida los frutos de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, y dominio propio (ver Gálatas 5:22-23).

Cuanto más basemos los deseos de nuestro corazón en los frutos del Espíritu Santo, más vamos a buscar primero el reino de Dios y su justicia.

ORACIÓN: Señor Jesús, guíanos en estos días en que nos vamos acercando a la Semana Santa. Enséñanos a mantener nuestros corazones y mentes fijos en tus prioridades para nuestras vidas. Amén.

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