Envueltos en su amor

El gran amor del Señor envuelve a los que en él confían. - Salmo 32:10

De acuerdo con el Centro para el Control de Enfermedades, casi el 34% de los adultos en los Estados Unidos son obesos. Y eso causa problemas tanto durante la vida de la persona como después de su muerte.

Para explicar lo último mencionado, les comentaré sobre una compañía que se dedica a fabricar ataúdes extra-extra-grandes. Con el nombre de FÉRETROS GOLIAT, fabrican ataúdes “estándar” de hasta 1.32 metros (52 pulgadas) de ancho, que pueden cargar hasta 450 kilos (1.000 libras) de peso.

El dueño de FÉRETROS GOLIAT maneja su negocio con empatía y preocupación. Él dice: “Es terriblemente triste, porque estamos hablando de algo que debe ser movilizado con maquinaria pesada”.

Cuando pienso en algunas de las personas más gordas que podrían utilizar estos ataúdes, me pregunto: “¿Dónde consiguen ropa, y cómo logran caber en ella?”

Es entonces que las palabras del salmista me vienen a la mente: “El gran amor del Señor envuelve a los que en él confían”. Esta es una afirmación muy consoladora.

Sin importar cuán inmensa una persona sea… grande en talla física o en pecados cometidos, es imposible que sobrepase la misericordia del Señor.

Debo resaltar que no estamos hablando de un amor y misericordia “talla única”. No.  El Señor adapta su amor para cada uno de nosotros de acuerdo a nuestra situación y necesidad.

Cualquiera que tenga duda sobre esto, sólo necesita fijarse en cómo el Salvador interactuó con las personas cuando estuvo en la tierra. Él habló con cada persona en forma diferente. Una era sanada inmediatamente; otra recibía palabras que calmaban su atormentado corazón; otra recibía un llamado de atención; otra era resucitada.

Jesús interactuó con cada persona en forma diferente. Pero nadie, y repito eso, nadie nunca escapó o superó su capacidad de amar.

Y ese hecho, mis queridos amigos, es de increíble alegría. La gracia y la misericordia de Dios son individualmente adaptadas a cada uno de nosotros. Su perdón rodea nuestros pecados personales. Somos “envueltos” en su misericordia.

Las Escrituras lo dicen correctamente: “Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor”.

ORACIÓN:  Padre celestial, gracias por amarnos tanto como para enviar a tu Hijo a pagar el precio por nuestra redención del pecado, Satanás y la muerte. Gracias por mostrar especial cariño, amor, misericordia y perdón por mí. Ayúdame a vivir agradecido por lo que tú has hecho. En el nombre de Jesús. Amén.

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