“Me negarás tres veces”

Mientras Pedro estaba abajo en el patio, pasó una de las criadas del sumo sacerdote. Cuando vio a Pedro calentándose, se fijó en él. —Tú también estabas con ese nazareno, con Jesús —le dijo ella. Pero él lo negó: —No lo conozco. Ni siquiera sé de qué estás hablando. Y salió afuera, a la entrada. Cuando la criada lo vio allí, les dijo de nuevo a los presentes: —Éste es uno de ellos. Él lo volvió a negar. Poco después, los que estaban allí le dijeron a Pedro: —Seguro que tú eres uno de ellos, pues eres galileo. Él comenzó a echarse maldiciones. — ¡No conozco a ese hombre del que hablan! —les juró. Al instante un gallo cantó por segunda vez. Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: “Antes de que el gallo cante por segunda vez, me negarás tres veces”. Y se echó a llorar.

Marcos 14:66-72

Jesús sabía lo que iba a suceder. Apenas unas horas antes había dicho: “Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos.” “Señor—respondió Pedro--, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte.” “Pedro, te digo que hoy mismo, antes que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces” (Lucas 22:31-34).

¿Cómo pudo Pedro negar a su Señor? ¿Cómo pudo Jesús dejarlo? ¿Le ha dado alguna vez la espalda a Jesús?

Hay padres que les dan la espalda a sus hijos porque estos hacen malas elecciones. También hay hijos que le dan la espalda e ignoran a sus padres cuando estos se vuelven ancianos. Cada ejemplo de rechazo y de relación quebrantada revela una separación más profunda: una separación de Dios. Cada pecado muestra un corazón que está dispuesto a darle la espalda a Dios y alejarse de Él.

Pero Jesús tenía buenas noticias para Pedro. “Cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos”. Lo mismo es con nosotros. Jesús está orando e intercediendo por nosotros cada vez que le damos la espalda. A través del arrepentimiento siempre podemos volver a sus brazos abiertos. Así como lo hizo con Pedro, Jesús está dispuesto a darnos nuevas oportunidades para que seamos testigos de que todas las cosas son hechas una en Cristo (ver Juan 21:15-19).

ORACIÓN: Señor Jesús, gracias por darnos una segunda oportunidad, y una tercera, y una cuarta, y por unirnos como familia de Dios. Amén.

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