Hace varios años alguien entrevistó a Marc Chagall, artista contemporáneo, para un programa de la televisión pública. El joven y articulado entrevistador empezó la sesión con una pregunta en cuanto a influencias. Su pregunta fue muy larga, e incluyó y exhibió su propio aprendizaje en el camino, dando a todos, incluyendo al entrevistado, una conferencia sobre la naturaleza de las influencias sobre el artista.

Cuando el joven finalmente le dio al artista la posibilidad de contestar, el artista dijo, de la manera más sencilla, que su mayor influencia fue su madre. Le llevó al pobre entrevistador unos cuantos momentos recobrar su compostura después de eso.

No sé de ninguna huella más permanente en una vida que la que hacen las madres. Pienso que por eso el Día de las Madres siempre me hace sentir algo nostálgico; no simplemente porque mi madre ya se ha ido (¡y el cielo probablemente está un poco más limpio debido a eso!), sino porque ese es el día en que las heroínas reales de nuestro mundo reciben el crédito que se merecen. ¡Me quito el sombrero ante todas ustedes!

Más que cualquier estadista o maestro, más que cualquier ministro o médico, más que cualquier estrella o astro del cine, atleta, hombre o mujer de negocios, autor, científico, dirigente cívico, comediante o héroe militar, usted, madre, es la persona más influyente en la vida de un niño.

¡Nunca lo dude!

Ni siquiera cuando los platos en el fregadero se parecen a la Torre Inclinada de Pisa; o la lavadora de ropa se atranca y expira; o el lugar parece un caos y nadie en casa se detiene para decir: “Gracias, mamá. Eres grandiosa.”

Con todo, vale la pena. Jamás habría habido un Isaac sin una Sara, ni un Moisés sin una Jocabed, ni un Samuel sin una Ana, ni un Juan sin una Elizabet, ni un Timoteo sin una Eunice, ni un Juan Marcos sin una María.

Estos hombres fueron los hombres que fueron, en gran parte, debido a las madres que tuvieron. ¿Cuál es el secreto oculto de esa combinación triunfadora? Madre e hijo; así de sencillo. Así que, por favor, . . . por favor, ¡persevere!

La influencia de una madre es tan grande que la modelamos incluso cuando nos damos cuenta de hacerlo, y volvemos a hacerlo, a menudo para sorpresa de otros.

Al pensar en la influencia de mi madre en mí, dos palabras vienen a mi mente: clase y energía. Mi madre, siendo una señora de clase, estaba decidida a que nuestra familia no ignoraría las artes ni carecería de modales sociales. Tengo que agradecerle porque me encanta la belleza en el arte, la buena música, sé cuál tenedor debo usar, y que no debo derramar salsa sobre la corbata. Ella también poseía tal energía por la vida que estoy en deuda con ella por mi entusiasmo e impulso incansable. Su espíritu indómito se me pasó, y lo agradezco.

Así que, madres, nunca olviden la importancia de su huella. Los chicos pueden parecer malagradecidos; tal vez actúen de manera irresponsable, e incluso tal vez ignoren sus recordatorios y se olviden sus consejos estos días. Pero, créame esto: ellos no pueden borrar su influencia.

Adaptado de Charles R. Swindoll, “The Greatest Influence,” en The Finishing Touch: Becoming God’s Masterpiece (Dallas: Word, 1994), 234-35. Copyright © 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.