Visión Para Vivir

Mateo 27:26-50Puede ser que una medallita de oro en forma de cruz cuelgue de su cuello y que la use con el propósito de comunicarle al mundo de su fe en Cristo. La cruz también simboliza cierto tipo de moralidad entre los Cristianos. Al usarla, usted usualmente recibe cierto respeto de parte de la gente. Pero si usted toma esa diminuta pieza de oro y se remonta unos dos mil años atrás y trata de usarla alrededor de su cuello, o como broche en su saco, la gente lo miraría de manera extraña, pensando que a lo mejor usted se ha vuelto loco. En ese entonces, la cruz no era un símbolo de fe, sino de fracaso, de vergüenza. En aquel entonces, las cruces no se pulían, ni eran de buena estima. Eran hechas de madera tosca con clavos de hierro. Para Jesús, quien no tuvo lugar en la posada cuando nació, y ningún lugar en donde reposar Su cabeza durante Su vida, la cruz fue Su último lugar de descanso. Ahí, Él levantó Su cara fatigada y ensangrentada y pidió al Juez del universo, no por venganza, sino por justicia, por misericordia y perdón para aquellos que se habían burlado de Él y lo habían crucificado. Fue en la cruz, donde la humanidad recibió una segunda oportunidad. Y un Padre ansioso recibió con los brazos abiertos a Su único Hijo de vuelta a casa. Es por eso que por más de dos mil años la cruz ha capturado la atención de poetas, filósofos, artistas y también de joyeros. En la más cruel brutalidad, han visto algo hermoso; han hecho de esa madera tosca, algo de oro. Pero nada comparado con lo que la cruz significa para el Hijo de Dios.

Mateo 27:26-50Puede ser que una medallita de oro en forma de cruz cuelgue de su cuello y que la use con el propósito de comunicarle al mundo de su fe en Cristo. La cruz también simboliza cierto tipo de moralidad entre los Cristianos. Al usarla, usted usualmente recibe cierto respeto de parte de la gente. Pero si usted toma esa diminuta pieza de oro y se remonta unos dos mil años atrás y trata de usarla alrededor de su cuello, o como broche en su saco, la gente lo miraría de manera extraña, pensando que a lo mejor usted se ha vuelto loco. En ese entonces, la cruz no era un símbolo de fe, sino de fracaso, de vergüenza. En aquel entonces, las cruces no se pulían, ni eran de buena estima. Eran hechas de madera tosca con clavos de hierro. Para Jesús, quien no tuvo lugar en la posada cuando nació, y ningún lugar en donde reposar Su cabeza durante Su vida, la cruz fue Su último lugar de descanso. Ahí, Él levantó Su cara fatigada y ensangrentada y pidió al Juez del universo, no por venganza, sino por justicia, por misericordia y perdón para aquellos que se habían burlado de Él y lo habían crucificado. Fue en la cruz, donde la humanidad recibió una segunda oportunidad. Y un Padre ansioso recibió con los brazos abiertos a Su único Hijo de vuelta a casa. Es por eso que por más de dos mil años la cruz ha capturado la atención de poetas, filósofos, artistas y también de joyeros. En la más cruel brutalidad, han visto algo hermoso; han hecho de esa madera tosca, algo de oro. Pero nada comparado con lo que la cruz significa para el Hijo de Dios.

Cuando leemos los cuatro evangelios, nos damos cuenta de que en ellos hay una gran cantidad de información sobre las últimas horas antes de la crucifixión de Cristo. Si bien, muchos estamos familiarizados con las cosas que tuvo que pasar nuestro Señor Jesucristo. La mayoría de nosotros tenemos dificultades para poner estos acontecimientos en el orden cronológico correcto o explicar qué pasó, dónde y por qué. En este estudio veremos un panorama general de eventos diseñado para despejar cualquier confusión. Al pensar en las cosas que ocurrieron y uniendo las piezas de manera ordenada, podemos obtener una mejor comprensión y aprecio por todo lo que nuestro Señor tuvo que sufrir por nosotros.

Cuando leemos los cuatro evangelios, nos damos cuenta de que en ellos hay una gran cantidad de información sobre las últimas horas antes de la crucifixión de Cristo. Si bien, muchos estamos familiarizados con las cosas que tuvo que pasar nuestro Señor Jesucristo. La mayoría de nosotros tenemos dificultades para poner estos acontecimientos en el orden cronológico correcto o explicar qué pasó, dónde y por qué. En este estudio veremos un panorama general de eventos diseñado para despejar cualquier confusión. Al pensar en las cosas que ocurrieron y uniendo las piezas de manera ordenada, podemos obtener una mejor comprensión y aprecio por todo lo que nuestro Señor tuvo que sufrir por nosotros.

En nuestro recorrido por la historia de la Biblia, encontramos que los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento son de un interés particular para quienes aman la Palabra de Dios. Estos proveen el registro más sencillo y directo de la persona, las acciones y las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Dentro de ellos hay palabras de aliento y enriquecimiento para cualquier persona que quiera obtener fortaleza espiritual. Para los expertos hay suficiente información histórica y crítica para mantenerlos ocupados durante toda la vida. Para el resto de nosotros, estas obras son como minas profundas repletas de tesoros que aguardan nuestro descubrimiento. Nuestro deseo en este estudio es comparar los relatos de los evangelios, con la esperanza de ver el valor de tener los cuatro en lugar de uno. En el análisis final, queremos ver cómo estos cuatro libros nos ayudan a mejorar nuestra comprensión de la persona de Jesucristo, el amado Hijo de Dios y nuestro Salvador.

En nuestro recorrido por la historia de la Biblia, encontramos que los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento son de un interés particular para quienes aman la Palabra de Dios. Estos proveen el registro más sencillo y directo de la persona, las acciones y las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Dentro de ellos hay palabras de aliento y enriquecimiento para cualquier persona que quiera obtener fortaleza espiritual. Para los expertos hay suficiente información histórica y crítica para mantenerlos ocupados durante toda la vida. Para el resto de nosotros, estas obras son como minas profundas repletas de tesoros que aguardan nuestro descubrimiento. Nuestro deseo en este estudio es comparar los relatos de los evangelios, con la esperanza de ver el valor de tener los cuatro en lugar de uno. En el análisis final, queremos ver cómo estos cuatro libros nos ayudan a mejorar nuestra comprensión de la persona de Jesucristo, el amado Hijo de Dios y nuestro Salvador.

Daniel 2:31-33 Daniel 2:36-40Daniel 7:1-8En todo largo viaje siempre encontramos una sección en el camino que es tranquila y aparentemente sin incidentes. Lo mismo sucede en nuestro recorrido por la Historia de Dios. Una vez que pasamos los profetas y nos dirigimos hacia los evangelios, el camino se vuelve más estrecho y vemos cómo se ciernen nubes oscuras sobre nuestras cabezas. Ya no hay más visiones ni más audaces proclamadores del mensaje de Dios para la humanidad. En realidad, parece que nada está sucediendo. Y sin darnos cuenta, han pasado cuatrocientos años antes de que las Escrituras retomen la historia de nuevo. Pero, ¿qué fue lo que sucedió? ¿Dónde estaba Dios? ¿Quién estuvo a cargo durante todo este tiempo? ¿Por qué tanto silencio? Interesantemente, sin que ningún profeta haya escrito o hablado, y sin que los escritos de alguien se hayan abierto paso por las Escritures, Dios estaba muy involucrado en Su trabajo y en completo control de las cosas. Gálatas 4:4 nos dice que, “cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo. . .” ¿Y cuándo tuvo lugar este acontecimiento? Precisamente durante estos cuatro siglos de silencio cuando parecía que nada estaba pasando, cuando parecía que Dios se había ausentado. En nuestro estudio de hoy, tendremos una visión panorámica de lo que ocurrió entre Malaquías y Mateo. Usted encontrará que esta sección de nuestro viaje puede parecer tranquila y sin incidentes, pero para nada es así. Adentrémonos en estos cuatro siglos de aparente silencio a través de los lentes del profeta Daniel.

Daniel 2:31-33 Daniel 2:36-40Daniel 7:1-8En todo largo viaje siempre encontramos una sección en el camino que es tranquila y aparentemente sin incidentes. Lo mismo sucede en nuestro recorrido por la Historia de Dios. Una vez que pasamos los profetas y nos dirigimos hacia los evangelios, el camino se vuelve más estrecho y vemos cómo se ciernen nubes oscuras sobre nuestras cabezas. Ya no hay más visiones ni más audaces proclamadores del mensaje de Dios para la humanidad. En realidad, parece que nada está sucediendo. Y sin darnos cuenta, han pasado cuatrocientos años antes de que las Escrituras retomen la historia de nuevo. Pero, ¿qué fue lo que sucedió? ¿Dónde estaba Dios? ¿Quién estuvo a cargo durante todo este tiempo? ¿Por qué tanto silencio? Interesantemente, sin que ningún profeta haya escrito o hablado, y sin que los escritos de alguien se hayan abierto paso por las Escritures, Dios estaba muy involucrado en Su trabajo y en completo control de las cosas. Gálatas 4:4 nos dice que, “cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo. . .” ¿Y cuándo tuvo lugar este acontecimiento? Precisamente durante estos cuatro siglos de silencio cuando parecía que nada estaba pasando, cuando parecía que Dios se había ausentado. En nuestro estudio de hoy, tendremos una visión panorámica de lo que ocurrió entre Malaquías y Mateo. Usted encontrará que esta sección de nuestro viaje puede parecer tranquila y sin incidentes, pero para nada es así. Adentrémonos en estos cuatro siglos de aparente silencio a través de los lentes del profeta Daniel.

A pesar de que a menudo se habla de los profetas, la mayoría de la gente sabe muy poco acerca de ellos. Entre los papeles de alto perfil que han desempeñado las personas en la historia del tiempo, probablemente el papel de profetas sea el menos conocido de todos. Podemos entender muy bien el papel de sacerdotes y aún mejor el de los reyes. El papel de misioneros, pastores, ancianos y apóstoles, están claros en nuestras mentes. Pero, ¿qué pasa con esas voces de voluntad firme en el desierto? ¿Qué de esos videntes excéntricos que se enfrentaron a la nobleza con palabras de advertencia y expusieron sus maldades sin temor a ser castigados? ¿Quiénes fueron esos poderosos pregoneros de la verdad? ¿Por qué Dios los usó? ¿Por qué escribieron? ¿En qué se diferencian sus escritos de todos los demás escritores bíblicos? En este punto en nuestro recorrido por la historia de Dios, nos detendremos un poco para comprender mejor los libros de profecía del Antiguo Testamento, al igual que a los hombres que los escribieron.

A pesar de que a menudo se habla de los profetas, la mayoría de la gente sabe muy poco acerca de ellos. Entre los papeles de alto perfil que han desempeñado las personas en la historia del tiempo, probablemente el papel de profetas sea el menos conocido de todos. Podemos entender muy bien el papel de sacerdotes y aún mejor el de los reyes. El papel de misioneros, pastores, ancianos y apóstoles, están claros en nuestras mentes. Pero, ¿qué pasa con esas voces de voluntad firme en el desierto? ¿Qué de esos videntes excéntricos que se enfrentaron a la nobleza con palabras de advertencia y expusieron sus maldades sin temor a ser castigados? ¿Quiénes fueron esos poderosos pregoneros de la verdad? ¿Por qué Dios los usó? ¿Por qué escribieron? ¿En qué se diferencian sus escritos de todos los demás escritores bíblicos? En este punto en nuestro recorrido por la historia de Dios, nos detendremos un poco para comprender mejor los libros de profecía del Antiguo Testamento, al igual que a los hombres que los escribieron.