Charles Darwin y Karl Marx

Salmo 53:1
"Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, e hicieron abominable maldad; No hay quien haga bien".

¿Se ha dado cuenta de que muchos de los más admirados ateos provienen de un trasfondo del área científica? Podría citar docenas - Richard Dawkins, Sam Harris, Daniel Dennett y Stephen Hawking, para nombrar unos pocos. Miles de personas son admiradores del difunto Carl Sagan y su discípulo, Neil deGrass Tyson. Algunos de estos ateos son prácticamente superestrellas con seguidores que ascienden a millones.

Pues bien, Charles Darwin tuvo su cuota de seguidores también. En el principio, el Origen de las Especies fue aceptado no por ningún mérito científico sino porque ofrecía una alternativa racional a lo milagroso. Los primeros seguidores de Darwin no eran científicos de la época, sino teólogos que rechazaban los milagros de la Biblia.

Cada uno de los seguidores de Darwin tenía sus propios motivos para aceptar la teoría de la evolución. Pero uno de sus más notables seguidores fue Karl Marx. Como autor del Manifiesto Comunista, Marx encontró el principio de la lucha-hasta-la-muerte de la selección natural una perfecta confirmación de su propia visión de la lucha de clases del hombre. En agradecimiento, Marx, envió a Darwin una copia de su Das Kapital en 1873.

Seis años más tarde, Marx escribió a Darwin, solicitando permiso para dedicarle su próximo volumen. Pero Darwin declinó el ofrecimiento, explicando que "sería doloroso para ciertos miembros de su familia si se asocia con un libro tan ateo".

¡A veces me pregunto si Darwin se revolvería en su tumba si supiera de los horrores que se ha solicitado que su teoría justifique en los últimos dos siglos!

Oración: Padre Celestial, no sigo a ningún hombre. En lugar de ello, Sigo a tu Hijo, Jesucristo, que murió para darme la vida eterna. Sólo Él es digno de mi alabanza. Amén.

Notas: Ian T. Taylor, En la mente de los hombres: Darwin y el Nuevo Orden Mundial (TFE Publicación y Momentos de la Creación, Sexta edición, 2008), págs. 386-387.

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