Luminares de Cristo

Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran. Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo. Juan 1:6-9

Juan es una evidencia de la grandeza del amor de Dios. Él era un hombre normal como cualquiera; sin embargo, “Dios lo envió como testigo para dar testimonio de la luz”.

Los líderes espirituales son gente común, con virtudes y defectos, y con necesidades espirituales como cualquier persona. Al igual que ellos, nosotros necesitamos el arrepentimiento, la confesión y la absolución diaria de Dios. Somos muy limitados pero, en las manos de Dios, nos volvemos fuertes, valientes y útiles para su misión.

La utilidad de cada creyente nos ha sido concedida por el Padre, quien usa personas normales para servir como luminares del evangelio y “dar testimonio de la luz”.

En ocasiones podemos sentir que somos incapaces de anunciar la luz de la Palabra, y nos declaramos incompetentes. Sentirnos así no es malo, si nuestras limitaciones nos llevan a depender del Señor y a dejar que Jesús nos dé la fuerza necesaria para anunciar sus Buenas Noticias.

Cada uno de nosotros ha sido honrado por Dios para portar el mensaje de luz, “esa luz verdadera que alumbra a todo ser humano”. La luz no era Juan, ni somos nosotros. La luz es Cristo, quien cambia los corazones e ilumina las vidas atrapadas en la oscuridad del pecado con la fe y el poder del Espíritu Santo.

ORACIÓN: Padre celestial, yo solo no puedo, pero con la fuerza de tu Espíritu Santo haz de mí una antorcha de Jesucristo. Amén.

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