Jesús contó dos parábolas, “El mayordomo infiel” y “El rico y Lázaro” que se han malentendido frecuentemente. Hay al menos dos aplicaciones de estas parábolas. Primero, que mientras estemos en esta vida, somos solo mayordomos o administradores de todo lo que Dios nos ha dado, y debemos usarlo sabiamente para la eternidad. Segundo, que debemos ver a las personas de este mundo como las ovejas, monedas o hijos perdidos, y permitir que Cristo alcance a estas personas a través de nosotros.